
Foto: (CC0 1.0) wilhei, pixabay.com
Conocí a Antía en el mercado de otoño que se celebra todos los años a las afueras de Kiel a primeros de Octubre. Fue por casualidad: Antía es una de esas personas que te puedes encontrar en cualquier parte. Durante el año que coincidimos en Kiel no paramos de encontrarnos, al principio casualmente y después ya a propósito.
Fue Antía quien me presentó a Concha, que había llegado a la ciudad hacía poco tiempo con un montón de lanas que le habían ido sobrando de diversas bufandas y jerséis, y que iba convirtiendo en esos cuadraditos que en inglés se llaman granny squares con los que se hacen mantas de colores. En el salón de su casa, con un enorme ventanal al fiordo, organizó una reunión semanal para tejer. Ahí estaban sus compañeras de tándem español-alemán: Sabine, que hace con fieltro unas zapatillas de andar por casa que ya las quisiera para su stock Karstadt, Kai-Britt, a la que invariablemente se le olvidaban las agujas e hilos y Pilar, que a mi me ganó al proponer incorporar gin tonics a las reuniones, además de Neus y Sara. Sara tejía con un telar maya que yo no había visto nunca y Neus estaba inmersa en un jersey complicadísimo con la cara de Coco, el monstruo de las galletas. Fue Neus la que me enseñó a hacer todo lo que se hacer con agujas, desde montar los puntos para bufandas hasta los gorros de ganchillo cuya confección es deporte nacional por esas latitudes, y desde entonces tengo resuelta la cuestión de qué regalar por Reyes.
Pronto fuimos demasiadas para el salón y nos trasladamos con lanas y agujas a bares y cafés o, en verano, las parcelas de césped frente al lago. Nos hicimos también asiduas de la Tarde de ganchillo del Nähkaffee, una sala con máquinas de coser, trozos de telas y sofás, adscrito al taller de una modista en una callejuela de la Dreiecksplatz. Nunca he visto este negocio en España, donde la cultura del do it yorself está menos implantada. Me pregunto si funcionaría. Me pregunto también si habrá algo parecido por aquí, un grupo que se junte para compartir tiempo y habilidades. Yo iría. Las tardes de martes son de lo que más echo de menos desde que volví al sur.
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