Bild: E. Chibás
Durante las últimas semanas hemos hablado mucho de cómo nos afecta nuestra relación con nuestro país de origen, de qué es sentirse un extranjero en Alemania o en cualquier parte. Es sin duda un tema infinito al que volveremos porque en cierta forma es parte esencial de los que nos une a todos en este blog. Y lo que voy a escribir hoy también se relaciona.
Una de las grandes ventajas que tuvo haberme criado en un país relativamente pequeño, es que las películas que iba a ver en el cine eran, con la excepción de las infantiles, en versión original subtituladas al español. El mercado venezolano, me imagino, no era tan grande como para justificar el doblaje al "venezolano", y para nosotros, escuchar a actores estadounidenses hablando con acento mexicano o argentino (la mayoría de las películas se doblaban en esos países), hubiera sido desconcertante.
En todo caso, a lo que iba... Para mí fue un shock llegar a Alemania y descubrir que no sería nada fácil encontrar películas en versión original y no sólo en el cine, ¡tampoco en las videotecas!
Eso fue en Heidelberg, en donde, al menos en aquella época, sólo en el Karlstorbanhof ponían cine de autor (no siempre) en versión original. Es decir que a principios de mes, al recoger el programa en la universidad, ya sabía cuál sería el máximo de veces que iría al cine. Eso, para un aprendiz de cineasta, era una catástrofe. En Berlín, por suerte, hay muchos cines que valoran las versiones originales, así que allí no tuve problema. Ahora en Madrid, igual, la Filmoteca, el Círculo de Bellas Artes, videotecas como Ficciones, valoran la versión original. Pero cuando hablo con mis amigos que vienen de ciudades más pequeñas, o bien les da igual que la película esté doblada o las pasaron canutas para ver películas en versión original.
Tal vez es vuestro caso y os preguntáis: ¿qué tiene de catastrófico ver una peli doblada?
Para mí es muy obvio, y seguramente es cuestión de costumbre. Leí una vez un ensayo de Borges en el que decía que cambiarle la voz a una persona, en este caso a un actor, era lo mismo que cambiarle la nariz o los ojos o la barbilla. ¿Se imaginan ver a Gregory Peck sin barbilla? ¿O a Al Pacino con la nariz de Gerard Depardieu? Fenómenos así nos regala el doblaje.
Leed en nuestra página web un artículo acerca de una colega cuyo trabajo es poner subtítulos en español a pelis alemanas. Creéis que es posible hacerle justicia al guión original
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