Va siendo hora de irse para Frankfurt, así que largo todo lo que me quedó en el tintero (¿a cuántos artefactos de escritura sobrevivirá esta expresión?):
- Los suizos han prohibido la construcción de minaretes, pero lo cierto es que al skyline de Zürich lo forman las cúpulas de las iglesias, que no se diferencian en nada (y que, según me dijeron, están inspirados en los minaretes mismos). Ni siquiera se diferencian en el aspecto sonoro, pues hacen ruido todo el tiempo con sus almuecines en forma de campana.
- Aunque yo estoy convencido de que no puede haber una ciudad más rica que ésta, me dijeron que en Basilea tienen un dicho. "En Zürich muestran la plata, en Basilea la tenemos".
- Me ha fallado la conexión de Internet. Ha fallado el pronóstico del tiempo. Aviso para los derrotistas, que creen que eso sólo pasa en el tercer mundo.
Acá también se consigue: defecciones caninas en las veredas de Zürich. Es llamativo cómo las ciudades se esfuerzan por parecerse a Buenos Aires.
- Hice la prueba de mirar una calle de Zürich en Google Earth y luego ir. La hipótesis era que no habría diferencia, y en efecto, no la había. Pero quizá la prueba valga para muchas ciudades, no sé.
El español parece estar bastante de modo por estas tierras.
Cerca de la Langstrasse.
- Iba a ir a Davos, a ver las ruinas del sanatorio donde transcurre
La montaña mágica de Thomas Mann, pero descubrí con verdadera indignación que las ruinas fueron compradas por un inversor y convertidas en un hotel de lujo. ¿Puede ser que con lo fanático que son los suizos por la conservación de sus hábitats - el
Landesmuseum de Zürich expone habitaciones de distintos siglos, por ejemplo - no se les haya ocurrido conservar un escenario literario tan importante? Si fuera suizo, es decir si fuera rico y no tuviera nada que hacer, dedicaría mi vida a la reconstrucción del sanatorio.
-El
hit suizo del momento, el que usa la tele como himno para la campaña por la clasificación a la Eurocopa 2012 de "La Nati" - la
Nationalmannschaft o Selección - dice en su estribillo: "Hoy dejo el mundo tal cual está". Lo pasan todos los días en la radio y en la tele. Me imagino a todos los suizos cantando todos los días que hoy mejor dejan las cosas como están, tan lindo es todo, para qué cambiarlo. ¿Cuándo llegará el hit que diga "Hoy agarro toda la guita de los bancos y se la devuelvo a los pobres, así el mundo no queda tal cual está "?
- Entre las características del alemán suizo está la de tragarse la última sílaba de ciertas palabras. Los catalanes no sé qué harán con esas sílabas que también se tragan, pero los suizos seguro que las ahorran adrede y las ponen a intereses en algún banco, no para luego gastarlas sino por las dudas, como reserva idiomática.
Esta es la vidriera de una farmacia. Arriba dice "¿Va demasiado seguido?" Abajo, en un sugerente fuera de toma, el remedio.
- Me confirmó la sospecha de que hay muchos brasileros en Zürich encontrar Guaraná entre las bebidas cola del supermercado. También hay dulce de leche, pero en la sección de productos exóticos.
- Me dejaron bastante azorados
estas publicidades de lotería, que me parecen notablemente sexistas. Ofenden a las mujeres, a las que sólo parece interesarle los millonarios, pero sobre todo a los hombres, a los que sólo parece interesarnos las putas. La idea de que si sos laburante nunca te vas a poder ganar a una linda mina también da que pensar.
Los suizos son fanáticos de los plebiscitos. Plebicitan todo, también cosas que es dudoso si lo más correcto es someterla a mayoría simple. En este caso, se pleibicitó la construcción de un proyecto artístico. Acá carteles a favor (ja) y en contra (nein). Ganó el Nein.
- Vi cambiadores para bebés en baños para hombres. Bien ahí. También hay talleres para autos donde te alquilan los aparatos y las herramientas para que lo arregles solo.
- Temo que después de haber conocido Zürich todas las ciudades me parezcan del tercer mundo. Estuve en Viena y si bien me encantó, la impresión fue que todo estaba medio sucio, que los autos eran viejos y la gente andaba muy desalineada.
Un vienés disfrazado de Mozart durante una pausa. Alrededor de la Ópera son plaga.
Lo leen incluso en Viena. Eso es tener huevos.
- También estuve en München, donde llegué en plena Oktoberfest. El periodista que me fue a recibir a la estación estaba en lo clásicos
Lederhose o pantalones de cuero de bavaria, lo cual me pareció muy poco serio.
Una de las 16 carpas donde se chupa y se morfa al son de los Schlagers, los hits alemanes, que sólo son escuchables en las películas del gran
Andreas Dresen .
Sutilísima publicidad de salchichas.
Uno de los divertimentos de la Oktoberfest. El nivel más bajo es
Schlapschwanz, "Pija floja". Abajo se aclara "Altura de damas".
- Aunque Suiza es un país bastante avanzado, al parecer no ha llegado aún el concepto de pancho. La gente agarra la salchicha con una mano y el pan con la otra y va alterando los mordiscos. Más de una vez me vi tentado de acercarme a alguno de estos comedores de salchi-pan para exponerles las ventajas de colocar el cilindro cárnico dentro de la masa cerealosa, pero supuse que habrán visto ese conveniente maridaje en alguna película y que si no lo adoptaron sus razones tendrán. Es más, bien pensado es quizá en eso - en no juntarse con nadie, en dejar cada cosa por su lado - que radica el secreto de su éxito.
Una panadería que existe desde 1626, casi el doble de edad que la que ahora cumple con tanta fanfarria nuestro país. La casa misma es de cuando Colón ni había nacido.
Verbieten ist verboten, , dice la pintada, o sea: Prohibido prohibir. Los seguidores de
Sandras no conocen fronteras.
Lo que voy a extrañar de Zürich cuando me vaya:
- El silencio. Y cuando de pronto es interrumpido por algún nene que grita o alguien que corta el pasto, basta con cerrar las ventanas de doble vidrio para que la habitación se convierta en una pequeña Suiza dentro de Suiza, neutral de toda neutralidad. (En ese sentido, me resulta casi cómico pensar que Niccolò, el dueño de esta casa, se haya ido a las montañas para escribir su próximo guión, como si acá el exterior fuera demasiado caótico para desarrollar una actividad creativa. Quizá deba probar lo contrario y venirse un rato a Buenos Aires, un tiempito allá y su casa le va a parecer la cúpula del Everest).
- Las bibliotecas. Con toda mi alma las voy a extrañar. Aunque la Zentral-Bibliothek se parezca más bien a un bunker atómico para libros (están todos alineados en infinitas bibliotecas móviles, de esas que se desplazan con una manija, y entre las que si te descuidás bien podés morir aplastado, a lo largo o más bien a lo profundo de cuatro subsuelos pintados de blanco e iluminados a puro neón, sin más orden que el numérico ni más encanto que el de estar en su lugar), igual la voy a extrañar hasta las lágrimas. Me sorprendió gratamente ver e-readers en las bibliotecas, no como una amenaza sino como una herramienta, un libro más. Espero que eso signifique que pronto todos los libros estén digitalizados y los pueda leer en casa. Es lo más parecido al paraíso que me puedo imaginar.
- La colección de películas de Niccolò, el dueño de esta casa, y también a Niccolò, porque si bien no lo conozco, hay fotos de él por todas partes. Hasta el mousepad tiene una foto suya.
- El tranvía. Y que cuando hay cambio de chofer, el que se va se despide de todos los pasajeros por los altoparlantes y les desea un buen día. Una vez el de atrás mío le respondió "Gracias, igualmente", y no creo que haya sido en chiste.
El amarillo en los semáforos de peatones.
- Los cuchillos Victorinox, cuando se me rompan los que me pienso llevar (Fui a una exposición sobre la Victorinox, en la esperanza de poder escribir sobre ella cosas interesantísimas, pero lo cierto es que no había gran cosa. Estaba expuesta la Victorinox más grandes del mundo (más de 350 cuchillitos tiene) y te podías armar una propia ahí in situ.)
- Ver en la tele
Wer wird Millonär?, un programa de preguntas y respuestas donde la gente va a ganar plata aunque ya le sobra y por eso cuando el conductor les pregunta qué van a hacer con el premio nunca hay golpes bajos, tipo mandar a mis hijos a una escuela privada o pagarle la operación a mi madre, sino cosas lindas, como ponerse hidromasaje o ir de viaje.
- Los billetes, que son muy coloridos (y que valen lo que dicen valer, mes a mes).
- El papel higiénico, tan suave que da ganas de limpiarse también antes de cagar.
Las escaleras para gatos (me juego a que ese rulo bajando del ventanuco abierto es una escalera para gatos, pero puedo estar equivocado).
- El supermercado Coop, más específicamente la sección de quesos. (En realidad habría que comprar en Migros, que no sólo es un poco más barato sino que es netamente suizo, su fundador es legendario y su Fundación hace mucho por la cultura. Pero bueno, yo me copé con Coop) (Una vez fui al Lidl, que es un supermercado barato de Alemania, y aunque no es tan barato como Aldi, el rey de los super baratos de Alemania - cuyo dueño es de los más ricos del mundo -, la experiencia fue espantosa. Lamento por los suizos que esa idea alemana de ahorrar en la comida haya llegado hasta su rico país, también en el sentido culinario del término.)
- Los Bürli, que son panes de crosta gruesa, nada especial, pero muy ricos, y además con ese nombre, Bürli, abre el apetito.
- Los paseos por los montes de los alrededores.
El árbol de la no sabiduría al que peregrino diariamente.
Bellas vistas desde el árbol.