El taller “Free Lima / Lima libre” se inscribe en el marco de las actividades del Goethe-Institut conmemorando el Bicentenario de distintos países de Latinoamérica a lo largo de 2010. Una de las primeras preguntas que surgió desde los talleristas, cuando les expliqué la razón y el concepto del taller, fue: “¿pero por qué ahora? Perú celebra su Bicentenario más adelante”. La poesía, les dije, en todo caso, no es el mero reflejo del presente o el clamor nostálgico por el pasado, también puede ser el vaticinio de desarrollos venideros. En ese sentido, les dije, vamos a trabajar en el taller, andar tras las huellas de la Independencia y detectar los desenvolvimientos actuales en un campo de batalla entre dependencias, independencias e interdependencias, tanto en los mercados de bienes materiales y financieros como en el mercado de los bienes simbólicos, comúnmente llamado “esfera de la cultura”.
La independencia estatal y la esfera letrada tuvieron mucho más que ver con los procesos que llevaron al fin del régimen colonial que lo que uno a primera viste supone. Los hombres públicos eran, no pocas veces, políticos, militares e intelectuales a la vez; poetas y guerreros, luchadores por una idea, la libertad, y por ende la liberación del yugo imperial; en el campo de batalla de las ideas primero, de los ejércitos después.
“De la silla de Pizarro a los Pueblos Jóvenes” fue entonces el lema de nuestro taller. Y en principio nos pusimos a realizar dos “paseo poéticos” por Lima y su periferia en las vísperas del bicentenario.
¿Por qué hicimos hincapié en Lima? Como ya bien describió Sebastián Salazar Bondy, que me permito citar de una edición mexicana de su ensayo fundacional, “Lima la horrible”: “Toda ciudad es un destino, porque es, en principio una utopía, y Lima no escapa a la regla”.
Lima no es una, es muchas ciudades: distintas generaciones y culturas han dejado su arquitectura en esta metrópolis dinámica. Las fachadas brillantes de Miraflores y San Isidro no pueden disimular que la ciudad en sus confines golpea las montañas de forma colorinche y ruidosa, reconfigurando a hombres y casas y diseminándolos por el desierto.
En ese sentido, en las distintas capas de Lima está inscrita la historia del Perú: Lima es la capital de la Independencia y punto de cruce de los mercados y migraciones actuales en un país tan centralizado como es el Perú. O como dice Salazar Bondy: Lima es un destino, Lima es una utopía.
El reto para los asistentes del taller fue acompañarnos a Miguel y a mí durante esos cuatro días por Lima y escribir, con ese “input”, poemas que vamos a presentar hoy por primera vez en público.
El taller tenía previstos dos “paseos poéticos” –uno más dinámico, otro más estático–, parando en distintos sitios de la urbe. Los destinos abarcaban desde el centro histórico hasta el mar. El primer día caminamos por toda la Av. Arequipa, cruzando barrios de clase media hasta llegar al lujoso Larco Mar; luego paramos en el “Amazonas”, como la vox populi llama una feria de libros a las orillas del río Rimac, después en la cima del Cerro de San Cristóbal, y finalmente subimos una de las escaleras amarillas del distrito Independencia.
Llevarlos por una serie de lugares tan distintos partía de dos ideas: por un lado, emular la situación de una escuela de arte que va in situ para retratar un paisaje –en este caso urbano–; y por otro lado, provocar en los asistentes un leve “shock” con tantas impresiones condensadas en tan poco tiempo. La tarea no era describir de modo realista lo visto y experimentado, pero sí dejar rastros del proceso de escritura, la transparencia de cómo llegar a cierta imagen, cierta metáfora. Por cierto, si bien todos compartimos las mismas coordenadas espacio-temporales, no filtramos del fluido de la Lebenswelt las mismas observaciones, los mismos materiales y puntos de partida subjetivos y parciales para forjar los versos que hoy presentamos; supongo que estos van a ser, en sí mismos, puntos de partida para reelaboraciones y reescrituras.
Antes de que pase la voz a los poetas, me gustaría revelarles cómo el taller cambió mi propia perspectiva sobre Lima.
“Lima es un caos”, había leído hacía pocos días esa tesis de fuerte carga negativa en el diario La República. Una arquitecto dio ahí en una entrevista razones para esta tesis: 70 por ciento de las edificaciones son informales; en el terreno de la ciudad donde antes vivían un millón de personas, hoy viven nueve millones; además detallaba los problemas del tránsito: Lima está a borde de colapsar. En la capital peruana circulan 125.000 taxis, mientras que en San Pablo, una ciudad del doble de tamaño ¡sólo circulan 25.000 taxis! La lista de lamentos puede seguir así, y no faltaría quien levantara un muro de los lamentos en cuyos orificios pudiéramos dejar nuestros deseos por una ciudad mejor.
Lo que el taller me enseñó, sin embargo, fue que lo caótico, el individualismo brutal, lo espontáneo, la disposición para la improvisación, pero también los repentinos cambios de opinión de los asistentes –a pesar de que en un momento casi hicieron fracasar el evento– al fin y al cabo llevaron a nuevas y fructíferas constelaciones y nos expusieron a situaciones impensadas de antemano. Yo me dejé llevar, después de caer en un estado de consternación debido a mi manera de pensar “alemana” (el tríptico “concepto, preparación y realización”). Así fue como me convencieron las propuestas de nuevas rutas atractivas para los paseos y la idea de realizar intervenciones poéticas en el espacio urbano que surgieron desde el mismo círculo de asistentes.
En el Parque de los Museos, en la escalera hacía El Real Plaza, mejor dicho, en la acera central de la Av. Arequipa y en un bus tomado por la Av. Abancay que nos llevaba hacia Independencia, nuestro grupo improvisó lecturas de poesía. Lima entonces se transformaba en un “caos” amable. Y terminamos los paseos en un barrio del distrito Independencia donde vive Eduardo, uno de los talleristas. Estoy convencido de que fue el inconsciente colectivo, tras un serie de decisiones que parecían casuales e inconexas, el que nos condujo finalmente hacía INDEPENDENCIA, y en consecuencia al tema del taller.
¿Cómo escribir o describir o des-escribir la Independencia hoy en día, en la hipermodernidad, en tiempos de libertades estéticas? Las posibilidades varían desde un acercamiento en forma de palimpsesto, de collage, de parodia, de cita, de ensayo, con una única invariante: Ya no se puede seguir un planteo que ennoblezca una escritura original, de autor, como en los tiempos de las vanguardias.
Me permito citar ahora la rima que yo personalmente me hice:
“Independencia no rima
ni con batallas ni próceres,
es un distrito de polvo y mugre
en las afueras de Lima
De polvo y mugre encima
se hicieron dioses antaño
¿Por qué no ahora con tanto estaño
una estación de metro en cada esquina?”
Para terminar, déjenme decir: en la cruz, el mirador desde donde se veía el ocaso de un día espectacular, pudo haber terminado esta incursión. Pero no. Francisco, un niño de 9 años del barrio, me mostró, más allá del amparo en la religión cristiana, un sendero no fortificado hacía un lugar donde yacía el cadáver de un perro. A pesar de la presencia de la muerte, o por ahí justamente por ella, desde ahí se obtuvo realmente una visión panorámica de la capital peruana.
Timo Berger